Conviene saber que podemos disfrutar de una
singular construcción románica en las inmediaciones de la ciudad de Huesca, a
tan solo 12 kilómetros, tomando la
carretera de Sariñena y justo antes de la entrada a Monflorite, accederemos a
través de una pista practicable, situada a mano derecha, desde donde podremos
reconocer este singular monumento por su muy especial fisonomía.
Data su factura de los siglos pleno medievales,
finales del siglo XII y principios del siglo XIII, pero pronto comenzará una evolución
que le llevará a convertirse en un convento dependiente de la Iglesia de Santa
María de Huesca propiedad de la Orden de la Merced desde mediados del siglo
XIII; llegado el siglo XIV, se somete el conjunto a una serie de reformas que
le dotan de un claustro y unas dependencias para los monjes.
De aquel conjunto hoy conservamos, quizás, la
parte más representativa y sugerente: una cabecera trebolada, esto es, –en una
armonía que sobrecoge- tres ábsides semicirculares, que son fácilmente
identificables con un trébol, planta que por su forma y número de hojas sabemos
que poseía supuestas propiedades mágicas. Todo ello muy apropiado en un
contexto espiritual y religioso. Recordemos que esta curiosa distribución
trilobulada en la cabecera respondería a una triple advocación del templo
original, pues si ahora recibe el nombre único de Nuestra Señora de Los
Dolores, en origen eran tres las santas a las que se dirigía el culto del
templo: Virgen de los Dolores, Santa Bárbara y Santa Ana*.
El espacio central, que media entre los tres
ábsides –cubiertas a su vez por pequeñas bóvedas de cuarto de esfera-, lo
ocuparía una cúpula que, una vez más, sorprende por su sobriedad y unas
proporciones que embargan el espíritu. Otros dos ejemplos podemos encontrarlos,
al menos en Aragón, que conserven esta curiosa cabecera en forma de trébol, San
Juan de La Nata, en las cercanías de Aínsa, y Santa Lucía, en Ayerbe, ambas
también dentro del estilo románico.
Todavía se conserva el arranque de lo que
sería la nave central, caracterizada por una bóveda de cañón semicircular que
recorrería el resto del conjunto, dotándolo de una magnificencia extrema.
PINTURAS MURALES
No podemos pasar por encima sin reparar en sus
todavía visibles representaciones pictóricas. En su origen, se extenderían por
todo el interior del templo, ocupando los tres ábsides, la cúpula, los pilares
y los capiteles, así como la nave central. No obstante, los ejemplares mejor
conservados se encuentran en la actualidad en el ábside central, presidido por
el Cristo Pantocrátor, donde también se pueden adivinar escenas de la Última
Cena.
Estas imágenes corresponderían a la llamada
“Escuela de Huesca”, un estilo que se puede entender en la transición del
románico al gótico, allá entre finales del siglo XIII y principios del siglo
XIV.
TUMBAS ANTROPOMORFAS
Sabemos que fueron utilizadas para dar
sepultura desde los siglos altomedievales, y que su uso se extendería hasta
tiempo después de la E. Media. Como era común en aquella época las tumbas antropomorfas
las tenemos situadas en las inmediaciones a las propias iglesias, esperando así
la protección del mundo ultraterreno.
La conservación de los escasos ejemplos que
nos proporciona esta ermita de Los Dolores se encuentran en unas pésimas condiciones,
en la mayoría de los casos son difíciles de reconocer cuando están invadidas
directamente por la maleza. La más reconocible, es la de un niño, ahí donde
debió de prolongarse la nave central.
MARCAS DE CANTERO
Si prestamos la suficiente atención, podremos
ir advirtiendo en diversos sillares de piedra diferentes marcas de cantería.
Los maestros canteros, en su necesidad por hacer reconocer aquellos bloques que
habían salido de sus talleres, hacían marcar la propiedad de aquellas piedras
por las que debían de cobrar.
*La multiplicación de una
divinidad por tres está ampliamente representada desde la Antigüedad, su
significado parece bastante claro, bien es una forma de aumentar la potencia
divina, así como su capacidad para manifestarse y controlar diferentes lugares o
de aunar poderes pertenecientes a otras divinidades en una única advocación.
Dentro de la religión celta y galo-romana
serán muy comunes los ejemplos iconográficos donde Mercurio-Lugus presenta una forma tricéfala o
bicéfala, como muestra de que se trata de una de las principales divinidades
del panteón.