El estratégico emplazamiento del que dispone el
pequeño núcleo de Sabayés (hoy perteneciente al municipio de Nueno) vigilando
la Hoya de Huesca desde el curso alto del río Isuela, ya nos pone sobre aviso
de su posible origen militar y desarrollo de alguna fortificación.
Basta con seguir la tradición
oral de los ahí residentes cuando se refieren a cierto lugar del pueblo
conocido como “el castillo”, lo que nos revela la existencia de un enclave
militar en esta zona que queda atestiguado también por algún resto material.
Podemos disponer de alguna otra pista, como la
disposición del casco urbano que responde grosso
modo a las características de plaza fuerte, donde incluso algunos apuntan a
reminiscencias almogávares. Lo que ni sería de extrañar en tanto estas
belicosas tropas, al servicio del rey de Aragón, procedían en un alto
porcentaje de regiones montañosas.
Parece lógico pensar que con estas bondades en
su ubicación, fuese aprovechado con anterioridad como así parece estar
registrado un poblamiento en época iberorromana. Desde luego su estratégica
posición no pasó desapercibida para la Reconquista, en concreto a la hora de
saltar desde la montaña a la Hoya de Huesca, que en manos musulmanas constreñía
al pequeño reino aragonés todavía incapaz de sumarse a la gran expansión
territorial de la que sí estaba disfrutando Castilla.
Dentro de la planificación para la conquista
de Wasqa se fue ideando toda una línea defensiva de castillos y atalayas que
circundaban las sierras exteriores, Loarre, Salto del Roldán, Santa Eulalía,
Novales,…que protegían el Reino y, a un tiempo, preparaban el asalto final. De esta
manera Pedro I ordena la construcción de un castillo, en un montículo situado
en el extremo oeste de Sabayés.
De lo que queda hoy es más lo que se puede
suponer que lo queda por admirar; un hueco rectangular excavado en la tierra y
construido con piedras unidas con argamasa de tono rojizo sería el aljibe. Similares
construcciones para almacenar agua podemos encontrar en el castillo de Loarre,
Novales o en el Salto del Roldán.
De hecho, bastará con admirar las espectaculares
vistas que nos ofrece esta paraje, para poder apreciar la comunicación visual
que podía establecerse fácilmente entre estas diferentes posiciones defensivas.
Justo en el otro extremo del casco urbano, en
el margen oriental, se levanta la iglesia de San Andrés que dispone de una
soberbia torre-campanario, con lo que reforzaríamos nuestra idea de lugar
destinado a la defensa. Su enclave estratégico, sus potentes muros y la
existencia de ventanas en derrame propias de los puestos defensivos nos revelan
que la torre-campanario sigue otros ejemplos de torres defensivas que protegían
los Pirineos. Pudo tratarse de un
aprovechamiento a posteriori del recinto
original amurallado, cuando menos de sus cimientos.
Algo parecido podemos adivinar si prestamos
atención en el recorrido de la localidad, cuando se nos aparece un potente muro
de grandes sillares en piedra, que podría tratarse de la base de otro de los
torreones que cerrarían el amurallado, o los cimientos de algún lienzo de
muralla.
Su primera cita en la documentación
cristiana data de 1093, cuando Sancho Ramírez y su hijo Pedro I dotaron la
iglesia de Montearagón. En esta donación se incluye la iglesia de Sabayés con
todos sus derechos. Documentalmente se sabe que a partir de la conquista de
Huesca (1096) pasaron a poder de los cristianos diversas poblaciones entre las
que se encuentran Sabayés y Apiés, que quedaron frente a la aún musulmana Bolea,
que se conquistaría unos años más tarde. Tres son sus tenentes conocidos:
Guillén Sánchez (1097-1101), Fortún Garcés de Valle (1100-1116) y Lope, que es
citado en 1158.
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