Un vestigio funerario
“tipo” que podemos encontrar en la
comarca del Serrablo con relativa asiduidad, es el de los enterramientos
antropomorfos practicados en la roca. Este tipo de rito funerario apenas nos ha
facilitado el hallazgo de ningún tipo de ajuar –puesto que estas estructuras
tienden a ser fácilmente saqueadas-; en el Serrablo serían varios los ejemplos,
que intentaremos recoger aquí, entre ellos la necrópolis del Corral del
Santero, en el Santuario de San Úrbez de Nocito, el conjunto de Gésera –ya
expuesto en una entrada anterior-, el de Peña de los muertos en Ibirque –cerca
de la Pardina de Orlato- y el de las cercanías de Alavés.
Y es que precisamente este tipo de forma funeraria, que
supone colocar directamente al difunto sobre el suelo con losas cuarteadas,
encuentra un medio geológico óptimo (flysch) en el Serrablo y, muy
especialmente, en la Guarguera, donde la extracción de losas de pizarra es un
recurso abundante, aprovechado secularmente.
Con ocasión de nuestra reseña del conjunto de Lasieso,
citaremos que los primeros estudios científicos y divulgativos de este tipo de
necrópolis rupestres – dentro de la comarca del Serrablo- fueron emprendidas en
1975 por los profesores Alberto del Castillo y Mª Asunción Bielsa, precisamente
sobre los restos que hoy atendemos.
En un principio, la tesis más atractiva –por su rigor explicativo-
es la que fundamenta el origen de estas tumbas en el movimiento colonizador
navarro (Domingo J. Buesa Conde) durante la primera mitad del siglo X.
En lo básico se trata de relacionar –aquellas tumbas- con
las rutas de conquista emprendidas por el ejército pamplonés, seguida de una
supuesta inmigración de gentes procedentes de aquel reino.
Tenemos noticias documentales por las que se sitúa a García
Sánchez I, rey de Pamplona, según un informe de Rava de 969, ejerciendo su
señorío “desde Pamplona hasta el valle de Boltaña”. De aquí se desprenden
varias incógnitas, una primera, cuál sería el momento exacto en que se produce
el avance pamplonés sobre el valle –Durán Gudiol se inclinó por situar entre el
943 y 948 la entrada de los navarros en el Sobrarbe-, y en segundo lugar, cuál
habría de ser la ruta más apropiada que debieron de seguir los nuevos señores.
Sin duda, entre los dos caminos posibles, el que atraviesa
la Tierra de Biescas y el que sigue el curso del Guarga, merece más la atención
esta última posibilidad, por cuanto supone un paso menos elevado en altura y ha
de ser más directo y asequible.
En este sentido, Lasieso hubiera constituido el primer
supuesto repoblador, en un intento por ir afianzando la frontera; dentro de un
territorio escasamente poblado y cuya dependencia variaba entre los poderes
cristianos del norte y el waliato de Huesca. Sería ahí donde se estableció una
pequeña comunidad de navarros, probablemente con unas rudimentarias
construcciones, en paja y barro, y levantando una reducida iglesia que
constaría de su propia necrópolis.
En la actualidad, el conjunto se encuentra relativamente
bien conservado, pudiendo ser contabilizadas un total de 19 tumbas, entre niños
y adultos, orientadas canónicamente hacia poniente, a la espera del “Final de
los Tiempos”, cuando con el Juicio Final los difuntos se incorporarán mirando
directamente hacia el este, lugar por donde habrá de venir Jesucristo.