"Las rocas, entretanto, nombradas en honor de espacios singulares
En cuerpos interiores deambularon antaño imágenes capaces
De hacer temblar a otros y ofenderlos"
W.D. Auden
El lugar a donde debemos de
dirigimos, en esta ocasión, lo encontraremos dentro del término de Ayera, un
pequeño núcleo cercano a poblaciones de Bandaliés y Loporzano. Un momento antes
de entrar en Ayera nos desviaremos a mano derecha por una pista que nos
conducirá, apenas doscientos metros discurridos, a un afloramiento rocoso de
arenisca donde se eleva la ermita de San Esteban.
Dicho promontorio se advierte fácilmente
desde el camino que seguiremos, donde la ermita, que debió tratarse en otro
tiempo de un poblamiento islámico, cuenta con una planta rectangular, dividida
en cuatro tramos merced a tres arcos apuntados que arrancan directamente desde
el suelo.
Hoy la techumbre –en origen de madera- totalmente derruida deja sin embargo apreciar la buena sillería delas dovelas en los arcos mencionados.
Del interior todavía podrán
apreciarse tanto una pila bautismal, nada más traspasar el único acceso del
templo, como un altar adosado al muro del testero orientado hacia levante, como
así lo exige el templo.
Su hechura, en lo fundamental, a base de mampostería, sólo en las zonas más comprometidas (esquinas) se recurrirá a la sillería.
El acceso, priorizando la
sencillez, está realizado por un arco de medio punto de dovelas lisas. No lejos
del mismo municipio de Ayera otra ermita de muy similares características, san
Fertús, nos dará las claves del momento constructivo en estos ejemplos de
transición hacia el gótico (siglos XIII-XIV).
En la ladera oriental pueden
apreciarse lo que muy probablemente se tratarán de silos o cistas, ahora
abiertas perpendicularmente al desmoronarse un aparte de la roca que los
conformaba.
Pero quizás, lo que más puede despertar nuestra curiosidad es el cementerio medieval que rodea a la iglesia. Se trata de un buen número de tumbas excavadas directamente en el afloramiento rocoso, lo que nos da una idea de las estrecheces económicas que aquejaron a la época.
Su tipología variará, desde las
ovaladas o de bañera a las antropomorfas con cabeza redondeada, de tal manera
que el difunto era colocado de cúbito supino y con un estrechamiento se
garantizaba que la cabeza reposará mirando al frente.
Las dataciones más habituales,
para el caso de sepulturas antropomorfas asociadas a comunidades cristianas
suelen estar en torno a los siglos IX y XI d. C., momento de su auge, si bien
se pueden remontar a los siglos VI-VII momento en que las sepulturas antropomorfas
van a sustituir al sarcófago, probablemente como consecuencia de la pérdida de
poder de las élites locales, el abandono de las ciudades y ocupación o
reocupación de los núcleos rurales, muchos de ellos situados en altura y en
zonas rocosas que favorecían el empleo de este tipo de inhumación. La vida
monástica impulsada por los monjes eremitas –como en la zona de Galicia- ,
también pudo ejercer alguna influencia en la expansión de estas tumbas, al
igual que sucedió con las iglesias rupestres.
Por lo que respecta al caso e
Ayera habrá que situar el siglo XI como el momento de realización de estas
sepulturas, cuando los señores aragoneses se hacían con el control de estas
tierras en el marco de la toma de la ciudad de Huesca (1096). No olvidemos,
como se ha venido señalando reiteradamente, que tumbas antropomorfas y
repoblación son conceptos que aparecen relacionados en la mayoría de los casos en
que este tipo de inhumación aparece en la provincia de Huesca.