sábado, 14 de diciembre de 2013

SAN BARTOLOMÉ DE GAVÍN ( IGLESIAS MOZÁRABES II)


 Después de haber tratado el ejemplo de Ordovés, el caso más meridional de este conjunto de pequeñas iglesias situadas en la margen izquierda del río Gállego, pasamos a analizar el templo más septentrional, la ermita de San Bartolomé de Gavín.





 Ubicada en un pequeño valle al noroeste de Gavín, prácticamente visible desde la carretera pasado el túnel de Cotefablo; se trata de uno de los más bellos ejemplos de este particular románico, belleza reforzada por la magnitud del marco natural en el que se levanta, lo que le añade una solemnidad difícilmente imaginable, de no visitar el lugar.




 Recoge las características principales que hacen de este conjunto serrablés un caso endémico dentro del románico peninsular; reciben su forma esencial del arte lombardo, del que hereda en buena medida sus principales características y que se pueden observan con mayor pureza en los vecinos condados catalanes, viejas herencias visigóticas y, por último, se ha venido hablando  -excesivamente- de mozarabismo o de las influencias islámicas vertidas en estos templos, donde en ocasiones se asumen planteamientos muy arriesgados.



 Construido aproximadamente entre 1050 y 1060, se conserva original una pequeña parte del lienzo sur y, fundamental, la esbelta torre-campanario que preside el conjunto dándole su mayor impronta.






Dispone de una planta clásica rectangular con testero plano, cuyo material de construcción es el sillarejo apenas devastado, trabajado con unos escasos golpes de maza, aprovechando los cuantiosos yacimientos disponibles del “flisch” eocénico de esta rivera del  Gállego. Sillarejos que suelen disponerse en hiladas regulares, a soga y tizón.





 Pero sin duda , centra la mayor armonía de todo el conjunto su torre-campanario; comparable  por su elegancia y esbeltez a la de Lárrede, ambas pueden ser consideradas como las formas más paradigmáticas del estilo serrablés, si bien se tratan de ejemplos diferentes entre sí.



 En la de Gavín pueden adivinarse diferentes “estratos” que se superponen, uno inferior que asume una tendencia visigótica por su austeridad, y otro superior destacado por una diversa decoración, ciertamente inusual en un arte tan austero. En primer lugar, en cada lienzo del campanario se abre un ventanal de tres vanos (tríforas), con dos parteluces y tres arquillos de herradura cada uno; bajo estas triforas aparecen unos curiosos rosetones –muy primitivos- a base de dovelas enmarcados por unas molduras cuadrangulares que ayudan al realce visual, y coronando el cuerpo superior, un imprescindible friso de baquetones, entre dos molduras tóricas, tan celebrado dentro del arte serrablés.







 En el flanco meridional de la torre aparece otro elemento que merece nuestra atención, un pequeño vano aspillerado y coronado con un arco de herradura, sigue recordándonos aquellas influencias mozárabes que remontaron estos valles.






Recordemos que estos templos estuvieron destinados a albergar la vieja liturgia hispana, culto visigótico, y que por tanto fueron un ente refractario en el mismo momento en que Sancho Ramírez introduce el nuevo culto romano, al enfeudar el reino a la Santa Sede.





 San Bartolomé debe de ser el único testimonio “vivo” que ha llegado de un poblamiento medieval, hoy desaparecido sin rastro; su recuperación arquitectónica fue iniciada por los propios vecinos de Gavín, encabezados por su párroco, labor a la que se sumaría “Amigos de Serrablo” en la década de  los setenta en su impagable labor por reconstruir y estudiar el patrimonio del Alto Gállego.